Uno de los valores de Moss es que ha sabido situarse en la cumbre de la moda una y otra vez, sin importar sus escándalos y excesos. En los años 90 consiguió hacerse un hueco en el olimpo de las «top models» rompiendo los cánones del momento: delgada, menuda y no excesivamente guapa, la gracia de Kate reside precisamente en eso, en su magnetismo decadente, rebelde y estiloso.
La mayor polémica que salpicó a la top saltó en 2005, cuando un diario publicó unas imágenes de la modelo esnifando cocaína. En un primer momento, los contratos de la top con diferentes firmas se desplomaron, pero aupada por algunos amigos, como el desaparecido Alexander McQueen, la británica consiguió volver al mundo de la moda por todo lo alto.
Su noviazgo con el polémico rockero Pete Doherty la confirmó como icono «trash» ante el gran público, y su ojo «sartorial» la catapultó como reina del «streetstyle» en el «boom» de los blogs de moda. Moss no tira de estilista y eso se nota.
Este mismo mes, Moss aparece nuevamente en la portada de Vogue, en la edición británica. Y ya son 30.
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