Cuestión de hormonas...
Aunque nacemos con ella, basta con mirar las nalgas regordetas de los bebés para convencerse, la celulitis está íntimamente asociada a las fluctuaciones hormonales. En la adolescencia se ve favorecida por el incremento de estrógenos. Más tarde tomarán el relevo el embarazo y los ciclos menstruales (vestigio de la historia, el cuerpo femenino está programado para almacenar reservas, con el fin de poder alimentar a un niño en caso de hambruna). Luego, durante la menopausia, al cuerpo le costará más eliminar las grasas, los tejidos perderán suavidad y elasticidad, la piel se volverá más fina y la celulitis se hará más visible.
La celulitis es...
Basta con pellizcar la piel entre el pulgar y el índice para comprobar si tenemos o no celulitis. Si la piel “pinzada” tiene una apariencia irregular, tipo piel de naranja, el veredicto está claro: la celulitis está ahí, por lo general en caderas, rodillas y cartucheras.
Pero, ¿cómo ha llegado hasta allí?
Al almacenar el cuerpo más grasas de las que consume, las células grasas o adipocitos se hinchan hasta 60 veces su tamaño normal. Comprimen entonces tanto los vasos sanguíneos como los linfáticos, dificultando la eliminación del agua y de las toxinas.
Aparece la celulitis y se diferencian rápidamente tres tipos distintos:
La adiposa: es la más corriente, supone un exceso de grasa muy localizado en la cara externa de los muslos o en la interna de las rodillas. La fibrosa: duele al pellizcar la piel, es dura y está asociada a menudo a una modificación de las fibras de colágeno. Y por último cuando la celulitis está distribuida tanto por las piernas como por las caderas y además existe propensión a que los tobillos se hinchen, se habla de celulitis “infiltrada”, debida probablemente a una retención de líquidos.
MUY INTERESANTE ESTETEMA PARA MUJER
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