sábado, 15 de septiembre de 2012

LOS 40 ESTUPENDOS AÑOS ...DE DOÑA LETIZIA

Doña Letizia, sobria y minimalista en su atuendo y siempre correcta


No abusa del maquillaje ni del bronceado, hábito que arrastra también de sus días delante de las cámaras, ya que el moreno excesivo no favorece en televisión. Nos sorprende que tampoco haya sucumbido a la moda de los esmaltes de uñas de colores y sospechamos que sea porque, de llevarlos, le echarían en cara que está todo el día haciéndose la manicura. En conclusión: sobriedad (las únicas joyas que lleva son unos pendientes mínimos y su alianza) y minimalismo son las palabras clave del atuendo y la rutina de belleza de nuestra Princesa. Yo personalmente echo de menos una foto con tiara, porque a las chicas, por muy mayores que seamos, nos siguen gustando los cuentos de hadas.

Retrato íntimo de una Princesa: cuarenta años y una familia feliz


La evolución de una Princesa Los 40 años de Doña Letizia parecen una buena fecha para hacer balance y analizar la evolución de aquella joven periodista de clase media que hace nueve años dejó su brillante carrera profesional y se convirtió en Princesa de Asturias. Doña Letizia nunca ha sido, ni se ha propuesto ser, una Princesa consorte convencional -si es que existen tales Princesas-. Ella no se habría encontrado cómoda si hubiera tenido que limitarse a acompañar a su marido en los actos institucionales con actitud sonriente y sosteniendo un precioso ramo de flores en las manos con el que, al poco rato, nunca se sabe qué hacer. A la Princesa le gusta hablar, opinar, exponer su criterio y, sobre todo, preguntar. Durante sus primeros actos oficiales, los anfitriones de los lugares que visitaba solían recibirla con un ramo de bienvenida hasta que, de repente, desapareció esta costumbre para alivio de la Princesa, de sus colaboradores -que muchas veces terminaban llevándoselo- y, seguramente también, de los anfitriones. Un buen día sorprendió con otra imagen muy distinta. 
Fotos inéditas para celebrar el 40 cumpleaños de la PrincesaDoña Letizia y sus hijas, las Infantas Leonor, de seis años, y Sofía, de cinco.

La Princesa cambió el ramo por un maletín de trabajo e, incluso, en algunas ocasiones toma notas de las intervenciones que escucha. El Príncipe llevaba toda la vida formándose y preparándose para ser Rey, pero ella había partido de cero con 31 años. Aunque contaba con la ayuda de la Reina, Doña Letizia tenía que adaptar esa referencia a su personalidad, a su generación, a los nuevos tiempos, a lo que los españoles esperan de ella en cada momento. Su experiencia como periodista sólo le serviría para que la sociedad conociera su rostro, para ayudarla a vencer los momentos de miedo escénico, al verse convertida en el foco permanente de todas las miradas. Pero si reunía o no las condiciones para ser una buena Princesa primero, y Reina después, era algo que debía demostrar ella misma. A Don Felipe nunca le cupo la menor duda de que Letizia era la mujer que había estado esperando para formar una familia y convertirla en Reina de España. Pero un hombre enamorado, y presionado para que se casara y garantizara la continuidad de la Dinastía, podía no ser objetivo. Como tantos españoles, al principio el Príncipe sólo conocía a la periodista de verla en el telediario, hasta que el también periodista Pedro Erquicia organizó una cena en su casa y les presentó. Tras aquel primer encuentro, a Don Felipe le gustó mucho más aún. Esa chica estaba llena de chispa y de inteligencia, era culta y original, tenía una personalidad arrolladora y era diferente a las que había conocido antes.

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